lunes, 13 de agosto de 2007

...nos volvemos bastardos frente a los ojos de nuestra madre

Día ocho


Hoy fuimos a un pueblo, unas diez veces más grande que todos a los que habíamos ido. La gente está menos jodida en San Rafael. Dicen que por aquí cultivan la amapola y viven de la goma. Yo estuve tratando de encontrar hortalizas, pero no pude. Además de la estricta instrucción del profe de ser discretos. De hecho, lo más seguro es que cultiven, si así lo hacen, en lo más profundo de la sierra.

No cabe duda de que el ser humano no está preparado para apreciar el regalo que la naturaleza nos dio. Este fue el camino más deforestado que he visto en toda mi estancia aquí. “Nos volvemos bastardos frente a los ojos de nuestra madre”

Por otro lado la comunidad está desarrollada en una montaña muy alta y muchas casas lejos del camino, divididas por parajes preciosos, que suben y bajan más de cincuenta metros. Hay una vista riquísima que hace que mis ojos se pierdan en pastizales meciéndose con el viento seco y frío que alberga decenas de halcones que vuelan solitarios por todos lados.

Afortunadamente pasé el trago amargo del camino con un baño de aire en la parte más alta del pueblo mientras pensaba un poco en todo, un poco en lo demás y un poco en mis labios partidos por el frío taladrante añorando, no se, tal vez algún beso de alguna linda mujercita que seguramente me esperaba en casa.

Luego, la lunada en el camino a Mininoma, me dejó ver sin frío el cielo más estrellado que puede verse en el mundo. Cincuenta estrellas fugaces me juraron que ha posibilidades para todos. Cantamos, pero la noche se humedece rápido y la niebla congela hasta las ideas. Así que sin más tuvimos que alejarnos del fuego y regresar al refri a dormir.

No hay comentarios: